15 de agosto
de 1980. El silencio se apoderó de Venezuela cuando llegó la noticia.
Preguntas, llantos, desesperación, pero sobretodo, el silencio. La embarcación
en la que navegaba la agrupación Madera, de la popular barriada caraqueña San
Agustín del Sur, se habría sumergido al sur del país y con ella 11 de sus
integrantes.
Silencio.
Tragedia. Vacío.
La historia
cambiaba. Lo que debía haber sido, no fue. La presencia y la contundencia de la
obra del grupo Madera serían necesarias hoy más que nunca. La historia entonces
fue otra y siempre habrá la duda de qué dirían Chu o Ricardo… terreno de la
especulación.
25 de febrero de 2012. Otro silencio se apodera de mi país. Los instrumentos de los músicos,
los clicks de los fotógrafos, las teclas de los periodistas, los pasos de los atletas…
las risas, los cantos, los aplausos… todo de pronto fue silencio cuando
finalmente supimos la noticia: “¿Se fue?”, preguntó Sandra. “Se ha ido”.
Yo no fui del
círculo de Raúl. No troté con él, no celebré un cumpleaños con él, no nos
encontramos en casa de ningún amigo común (que los teníamos), no hay fotos
juntos y como decimos los venezolanos, tampoco me eché palos, ni jugué chapita con
él.
Yo no voy a
hablar de algo que nunca fue. Yo hablo del artista y ser humano cabal que yo descubrí
en sus composiciones, en su programa de radio, en sus presentaciones, en sus
entrevistas, en su trabajo como productor y promotor de la música venezolana, en
su postura social y política, en su columna en un diario venezolano, en sus
conferencias. Al menos la satisfacción me queda de un intercambio de palabras y
admiración tras algunos de sus conciertos, el intercambio de ideas en las redes
sociales. Raúl se convirtió en una inspiración y en alguien a quien respetar
totalmente.
49 años.
Triatleta. Compositor. Esposo. Amigo. Compadre. Hijo.
Prolijo. Ese
fue el Raúl que yo conocí.
Un Accidente
Cerebro Vascular fue la embarcación en la que se sumergió Raúl Abzueta. Tu
Madera también sonará aunque sintamos “un gran dolor en el costillar”, nuestros
tambores no se aflojarán porque si algo podemos hacer para que tu viaje sea aún
más hermoso es honrar lo que motivaste y seguir echando pa’ lante. No hay otra.
Hoy Caracas
corrió por ti. Hoy tu esposa, se llenó de guáramo, más del que ya tiene
y corrió por ti. 42 K en tu honor y los que faltan.
Muchachos,
después de la guasa, en el compás 25, viene el silencio.
Así que,
Raúl, amigo librano, nuestra ovación eterna, de pie hasta que el viento nos lleve
como animales hasta tu playa.
Escrito por:
Bea Rondón